En el artículo anterior estuve contando una experiencia personal sobre un proyecto que me tocó bastante las narices hace cosa de un año. En la entrada de hoy acabaré de explicar el desenlace de esa caótica historia y reflexionaré un poco sobre ella. Porque de eso va la cosa, de tomar las malas experiencias como aprendizaje.
Pues bien, sigo por dónde me quedé:
Le escribí a la directora de arte aquel contundente mail en el que le decía claramente que no iba a continuar con el libro. Lo envíe.
Pasaron unos minutos. Una hora. Dos horas.
Silencio.
No me respondía al correo ni llamaba al teléfono.
Por fin dejó de insistir. ¡Se había acabado la pesadilla!
No te puedes ni imaginar el peso tan grande que me quité de encima. La sensación de liberación fue bestial. De pronto, sentí que podía respirar de nuevo. Y lo voy a decir, me sentí empoderada. Sentí que me había hecho respetar por fin.
Los primeros días flotaba en una nube. Me centré en los otros dos proyectos que me habían llegado y sobre todo, disfruté mínimamente del verano, que me lo había merecido.
Pero poco después me empezó a invadir una sensación de culpabilidad y arrepentimiento. Era evidente que los había dejado tirados a pocas semanas de entregar el libro y eso no me hacía sentir bien. No me gusta dejar las cosas a medias ni perjudicar a nadie.
Con el tiempo esos pensamientos y sensaciones se fueron desvaneciendo hasta que me olvidé por completo.
Pasó el verano, empezó el otoño...Y un día de Noviembre que me escapé a Barcelona, fui al Fnac como de costumbre. Llegué a la zona de los libros...Y lo vi.
Allí, expuesto en primera fila, estaba el álbum que yo tendría que haber ilustrado y que ahora lucía las ilustraciones de otra persona.
Lo reconocí en seguida, por el título, por el nombre de la autora... Y porque en general me resultó muy familiar.
El dolor que me causó fue bastante importante. Fue como un jarro de agua fría o una bofetada bien dada en toda la cara. Cuando ya ni te acordabas de aquello que tanto malestar te generó en su día, PAM. Ahí está de nuevo.
Verlo con las ilustraciones de otra persona me dolió, no porque pensase que dibujaba mejor que yo ni nada de eso, sino porque esa persona supo sacar el proyecto adelante y yo no. Me sentí idiota, miserable y muy triste. Fue como si de repente me arrepintiera fuertemente de haber rechazado el proyecto en su día.
Cada vez que entraba a una librería, era lo primero que me encontraba en el apartado de "novedades". Así durante bastante tiempo. Fue algo tortuoso.
Lo peor de todo fue que justo en ese mismo mes se publicó uno de los libros en los que trabajé paralelamente a toda la movida con la otra editorial en mayo... Y como fue un libro editado por una editorial de coedición, el libro no se había distribuido en librerías. (Tengo un artículo donde hablo sobre esa experiencia, que también tiene tela. Puedes leerlo aquí).
Imagínate la frustración que sentí al pensar que ese álbum podría haber tenido mis ilustraciones y que ahora estaría en todas las librerías importantes... Es lo bueno de trabajar con grandes editoriales. Sabes que la buena promoción y distribución están aseguradas. Pero en vez de eso, acababa de publicar un cuento que no tendría visibilidad alguna y nadie conocería...
Para mi fue catastrófico. Quizá suene melodramático desde fuera, pero créeme, para alguien autoexigente como yo, que su mayor sueño era publicar álbumes ilustrados y verlos colocados en las mejores librerías...es una sensación de fracaso terrible.
Estuve días y semanas dándole vueltas al asunto...sintiendo mucho malestar. Incluso pasados algunos meses aún me seguían viniendo pensamientos. Pero poco a poco lo fui gestionando. Me fue muy bien hablarlo con personas de mi entorno y con profesionales de la Ilustración que me hicieron ver que había hecho bien en rechazar aquel proyecto.
Muchas veces la cabeza te juega malas pasadas y te puede hacer creer que tomaste una mala decisión, que tendrías que haberte esforzado mucho más, que no tenías motivos para irte, que el problema es tuyo, que no vales lo suficiente, etc. Pero la cosa es, que si yo sentí tanto malestar con ese proyecto, fue por algún motivo, ¿no? Jamás me he vuelto a sentir de esa manera con ningún otro encargo. Así que, solo por eso, mereció la pena decir No.
Realmente fue una lástima lo que pasó, porque me hacía ilusión publicar con ellos. Pero a veces hay que aceptar que X trabajo no es para ti. Ya sea por las pésimas condiciones económicas, que no te acabas de entender con los clientes o que no consigues hacerte tuyo el proyecto... Sea lo que sea, si la cosa no tira, es mejor abandonar.
A día de hoy, lo veo todo desde otra perspectiva y no me arrepiento de nada. Sé que hice lo correcto. Y la prueba está en que desde que aquello sucedió me han surgido muchas más oportunidades y mejores. Esa experiencia solo me sirvió de lección, para crecer como ilustradora y persona. Para hacerme respetar y valorarme más a mi misma.
Y ojalá más ilustradores dijeran No más a menudo. Nuestra profesión estaría mejor valorada y respetada de lo que está ahora. Porque de nosotros y solo nosotros depende seguir luchando para mejorar este sector.
Gracias por llegar hasta aquí, espero que te haya servido de algo leer las batallitas de esta pobre ilustradora :)
¡Un saludo!
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